
"
Cuba, ¿es realmente un paraíso?"
Una "sensacional" carta de una lectora publicada en el diario "20 minutos" a la que solo le falta decir la verdad para que tenga alguna credibilidad. Quizá Cuba no sea un paraíso (tampoco el país desde donde escribo lo es), pero habrá que analizar con algún rigor la situación actual de la isla para evaluar cómo viven realmente los cubanos. Y esta tal "Loli Palacios", que muy bien podría ser vecina de Alejandro Sanz en la Miami más acomodada, no es precisamente el paladín de la objetividad. Analicemos lo que dice y situémoslo en la realidad:
Acabo de llegar de mí tercer viaje a Cuba. Y de los tres, ha sido el peor. Yo en Cuba vivo como cubana: vivo en una casa de familia, con apagones y cortes de agua, con falta de comida y de artículos de primera necesidad. Cuando voy allí sufro miedo todo lo que le falta a la gente y aquí tenemos de sobra, incluso derrochamos.Si Loli realmente ha llegado desde Cuba (no sé si se ha marcado un farol para hacer más creíble su relato), debería saber que después de sufrir un devastador huracán de fuerza 5, las infraestructuras eléctricas y de suministro de agua potable tardan un cierto tiempo en recobrar la normalidad. Antes del huracán, la Revolución Energética puesta en marcha en 2005 ha conseguido reducir los apagones en un 90% con respecto a 2004. Por lo que respecta a los alimentos, con una gran parte de la producción agropecuaria destruida, es normal que se sufra un temporal desproveimiento hasta que lleguen las importaciones necesarias y se desarrollen los cultivos de ciclo corto puestos en funcionamiento para obtener productos agrícolas en las próximas fechas. De todas maneras, se está estudiando un plan que corrija los déficits productivos del sector agropecuario cubano, que no son pocos.
En un mes en Cuba no hemos podido darle a mí hijo ni una verdura ni una fruta porque los mercados están vacíos. Ante esta situación, tener dinero tampoco vale nada.No exageres Loli. Que faltaran algunos productos y que hubiera menos tenderetes abiertos en los mercados y menos calidad no ha impedido a nadie comprar un plátano o un tomate en un mes. Otra cosa es que a tu hijo sólo quiera comer uva embolsada del Vinalopó o tomatitos cherry.
En el shopping (así es como llaman los cubanos a laso tiendas por dólares) un cartón de litro de leche cuesta 2,40 chavitos (así se llama al peso convertible). ¿Quién es el guapo que puede comprar eso? Un cubano medio gana más o menos 150 pesos cubanos, para cambiar a pesos convertibles son 25 por 1, con lo que esto equivale a 6 chavitos. Tampoco podemos comprar a los vendedores ambulantes porque te detienen y a lo peor tienes que pagar 500 ó 600 pesos de multa.Si en lugar de ir al shopping (una especie de mercado elitista, donde todo es más caro), la Loli fuera a un mercado estatal, con precios subvencionados por el Estado, quizá consiguiera leche a un precio muchísimo más bajo, como hacen la mayoría de los cubanos. Por otra parte, sólo multan a gente que compra grandes cantidades con la finalidad de especular con los alimentos y a los vendedores ambulantes irregulares (como ocurre en mi ciudad).
La imagen que se da de Cuba aquí es que todo ha mejorado. ¿Os acordáis de las famosas ollas que dio Fiel y que publicó a bombo y platillo? De dar nada de nada. Las ollas hay que pagarlas y te las descuentan del sueldo. ¿Y eso de que la gente puede tener móviles u ordenadores? ¿Con los sueldos que hay con que van a comprar un móvil o un ordenador? En Cuba en el 90% del territorio no hay cobertura y prácticamente nadie puede usar Internet.En ningún momento dijo Fiel que iba a regalar ollas, aunque sí que las ha regalado a las familias que necesitan de ayuda social (unas 500.000). Para pagar las ollas (con precios subvencionados) se han otorgado créditos para que el pago sea más fácil. En el resto de Centroamèrica y el Caribe, los sueldos normales tampoco permiten comprar móviles y ordenadores. ¿Y por qué antes no se podían tener teléfonos móviles y la conexión a internet estaba muy limitada? Pues para no sobrecargar la precaria banda de la red cubana, ya que los vecinos de los EEUU no han permitido la conexión de Cuba al cable de fibra óptica del Estrecho de Florida (al que pertenece) y la isla todavía tiene un acceso muy limitado y costoso a los satélites.
Por cierto, la cobertura territorial de telefonía móvil es del 65% (un 77% para la cobertura poblacional) y se ha desarrollado, con una red de casi 300 radiobases, el servicio de Telefonía Fija Alternativa, que empleando un equipo telefónico convencional, da servicio con la modalidad inalàmbrica a lugares de difícil acceso.
En Cuba en el siglo XXI los niños no se alimentan bien, no tienen ni ropa ni juguetes. Con 9 años no pueden tomar leche y no probarán muchas cosas seguramente nunca. En los hospitales faltan medicinas y la gente tiene miedo. La propia UNICEF ha certificado que Cuba es el único país de América Latina que ha erradicado la desnutrición infantil. La mortalidad infantil tiene índices más bajos que a los EEUU. Desde la ONU hasta el banco Mundial han reconocido que la población de la isla es la única del Tercer Mundo que ha alcanzado un nivel de desarrollo humano comparable al de los países más desarrollados, y el país se puede permitir el lujo de haber enviado médicos voluntarios para trabajar gratuitamente en 102 países. En 2004 se lanzó la Operación Milagro, que hizo que un millón de personas víctimas de enfermedades oculares de 28 países recobraran la vista.
Por cierto, a mi también me dan miedo los hospitales. No puedo ver las agujas.
Y que nadie me diga que todo esto se culpa de Norteamérica y del bloqueo.No, claro que no, todavía dirá que los distintos gobiernos de los EEUU han sido siempre unas bellísimas personas y el bloqueo lo impusieron para mejorar el bienestar del pueblo cubano.
Me gustaría ver en mí próximo viaje a Cuba que las cosas por fin han cambiado.¿Hacia donde quiere que cambien? ¿Hacia un modelo parecido al de sus vecinos de Haití, República Dominicana o Jamaica? ¿Añora los tiempos en los que Cuba era el burdel de los EEUU?
Cambiar sí, pero siempre hay que cambiar las cosas para que vayan a mejor.