
Una de las teorías más interesantes del psicólogo evolucionista Geoffrey Miller es la que explica la hipótesis de que la razón del extraordinario impulso del desarrollo de la inteligencia humana, no fue el asunto de la supervivencia, sino el de la competencia en relación con la elección sexual. Para él, el lenguaje pasó a ser útil para el macho si quería convencer a la hembra de que él era el compañero sexual ideal. De esta manera, aquellos individuos con un mayor desarrollo racional, eran los que tenían mayores posibilidades de fecundar a una hembra.
Las otras especies se han quedado con los otros sistemas, basados unos con la lucha, como por ejemplo los gatos, o mediante la demostración de salud, fortaleza y vigor, como es el caso de los pavos reales con su vistosa cola. Cuando uno de estos pavos reales muestra su cola, su mensaje quiere decir: "Mira, pava real: tengo tanta salud y vigor que puedo permitirme el lujo de emplear mis excedentes de energía en mantener esta magnífica cola. Así que ya sabes: yo soy el pavo real que puede darte unos genes que hagan que tus pavitos reales sean los mejores."
Pues bien, si yo fuera G. Miller, iría revisando mi hipótesis. La raza humana parece estar involucionando y va aproximándose de nuevo hacia el resto de especies animales que habitan el planeta. Solo hay que dar una ojeada por las zonas de ocio en cualquier fin de semana para ver numerosos hombres-gatos luchando entre ellos con acusaciones tales como: "¿Por qué mirabas a mi chavala?" o "¿Qué pasa?, ¿te mola la Yoli? pues a ella no le gustan los tíos con la cara rota."
También es muy fácil ver a cualquier hora del día a hombres-pavorreales luciendo poderosos coches, ropa de marca o vistosas joyas con el mensaje implícito de: "Mira, tengo tanto dinero, que puedo permitirme el lujo de comprarme estos caprichos. Imagínate las cosas de las que podrás disfrutar estando conmigo."
Si los individuos machos tienen comportamientos más propios de la zoología que de la sociología, las hembras también presentan actitudes, podríamos decir, animales. ¿Cuantas de las chicas de estos ambientes se van con aquel individuo de carácter y aspecto más fuerte o con aquel que acumula y ostenta una mayor cantidad de objetos materiales de valor?
La especie humana nunca dejará, en el fondo, de ser de lo más irracional. ¡Y todavía queda gente que duda de que los humanos venimos de los monos!
Por suerte, la buena gente que se aparta de estas prácticas y que aún utiliza las aptitudes racionales para escoger pareja, acaban emparejándose entre ellos, librando así a nuestra especie de volver, en un futuro no demasiado lejano, a vivir encima de los árboles, tal como hicieron nuestros antepasados.